jueves, 24 de septiembre de 2015

Análisis sobre las elecciones autonómicas catalanas



  No cabe duda de que la cita electoral a la que se enfrenta la ciudadanía catalana este domingo es una de las que más interés mediático ha levantado en los últimos tiempos, y es que no se trata de unas autonómicas cualquiera. Las elecciones que tendrán lugar el día 27 no pueden estar más marcadas por el afán independista cada vez más extendido entre una parte de los catalanes, que se verá representado en las urnas, principalmente, por la coalición Junts Pel Sí, liderada por Artur Mas, y por CUP. Por otra parte, el resto de grandes partidos políticos de los que se espera representación en el parlamento catalán se presentan sin intención secesionista, eso sí, con otras e irreconciliables diferencias, como es el caso del PP y Catalunya Sí que es Pot (coalición en la que se encuentra Podemos).

  Los sondeos realizados por Metroscopia y publicados por El País este mismo domingo reflejaban un futurible dibujo del nuevo marco político catalán en el que Junts pel Sí, con un 41,2% de los votos, y 66-67 parlamentarios, rozaría la mayoría absoluta situada en los 68 escaños. El otro gran partido independentista, CUP, lograría 10-11 escaños, obteniendo así la mayor parte de los asientos del parlamento entre ellos. En el otro bando, por echar leña al fuego en la guerra entre dos grupos con intereses totalmente contrarios en la que parecen haberse convertido estas elecciones, se encontrarían Ciutadans con 19 escaños; el PSC, liderado por el bailongo Iceta, y Catalunya Sí que es Pot, ambos con 14; el PP con 10 escaños, 9 menos que en las últimas parlamentarias catalanas, y por último Unió, el grupo históricamente unido a Convergencia en la coalición CiU, que lograría, según estos sondeos, entre 0 y 2 escaños, dudándose incluso su presencia en el parlamento. 

  Esta interesante encuesta no se limitaba a preguntar el partido al que votarían los catalanes el 27S, también preguntaba, por ejemplo, sobre la forma en la que habría que interpretar la mayoría absoluta de los grupos independentistas. A esta cuestión, el 66% contestaba que como un mandato a comenzar negociaciones sobre el tema con el Estado español, mientras que el 22% opinaba que como una vía libre a la declaración de independencia unilateral del Estadocatalán. Por otra parte, Metroscopia buscaba  la respuesta más probable de los encuestados en un hipotético referéndum legal sobre la independencia. El 45% afirmaba que optaría por votar a favor de independizarse, en cambio, el 46% votaría a favor de la permanencia en España. 

  A falta de una gran sorpresa, los resultados electorales parecen estar claros. Sin embargo, a partir de entonces, una nube de incertidumbre oculta el futuro de Catalunya, y por supuesto, el de España. Personalmente, a vistas de la obvia victoria independentista, espero que las consecuencias de ésta sean un proceso de diálogo entre el Estado español y la Comunidad autónoma catalana en el que se pueda llegar a algún acuerdo que posibilite el reconocimiento de los derechos o diferenciaciones que reclama gran parte de la sociedad catalana por sus evidentes peculiaridades nacionales y su derecho a decidir. Espero que la suficientemente desprestigiada élite política olvide promesas utópicas,  dantescas amenazas y vergonzosas teatralizaciones  como la lamentable “guerra de banderas” del ayuntamiento de Barcelona y se dedique a buscar lo mejor para sus ciudadanos a través del diálogo y la empatía, bases de la tan mencionada democracia. Y por último, espero (lo espero yo, es mi opinión) que como ciudadanos, seamos capaces de entender que varias naciones relacionadas entre sí podemos convivir en un mismo país, podemos compartir nuestras diferentes culturas para el enriquecimiento de todos y podemos ayudar a cambiar España, que a la vista está que lo necesita, desde dentro. Podemos vivir en un “país de países”, y así lo espero. 


domingo, 20 de septiembre de 2015

Banderas



Os pongo en contexto. Soy un estudiante universitario vasco que vive desde hace menos de un mes en una residencia universitaria madrileña. No me considero nacionalista, ni vasco, ni español. Me encanta mi tierra, su gente y nuestra cultura, pero como partidario de la igualdad, no veo sentido a crear todavía más diferenciaciones entre personas.

Sin   embargo, ayer me pudieron los impulsos. Me encontraba en la fiesta del Partido Comunista Español, que tenía lugar este fin de semana en Madrid, cuando vi el puesto del PC vasco. Entre sus existencias se encontraba la Ikurriña y casi sin pensarlo, la compré. Una vez que la tuve comencé a plantearme si solo tenía en mi poder la bandera de mi tierra, o también una bandera a mi hipocresía. Poco tardó un hombre, al que bautizo como Pepito Grillo rojo, en expresar en voz alta lo que, en cierta medida, me decía mi conciencia: ¿Conoces los orígenes tradicionalistas y xenófobos de esa bandera? ¿Sabes que los nacionalismos son creaciones contrarias al socialismo? ¿No te consideras internacionalista?

Pensé, pero como de costumbre, llegué a pocas conclusiones, ¿hacía mal llevando la Ikurriña? Robe Iniesta dice con razón en una de sus canciones que no le gusta la gente con banderas, pero escribiendo una oda a mi hipocresía, ayer yo estaba entre esa gente. 

Entonces, querido lector, puede que te preguntes por  qué narices estuve llevando una bandera toda la noche. Sinceramente, me apetecía, a 400 kilómetros de mi casa me apetecía lucir mi tierra, demostrar de donde era, eso es todo. Ahora, bien pensado, tampoco lo veo tan mal. En cuanto a los orígenes tradicionalistas de la bandera de Sabino Arana, de los que me distancio completamente, creo que han pasado suficientes años como para entender que su significado ha variado en gran medida del que tuviera inicialmente. Por otra parte, en relación el evidente componente anti-internacionalista de la bandera, lo intento justificar alegando  que la susodicha no reflejaba para mí otra que cosa que el cariño a mi hogar, que no debe confundirse con mis ideas a favor de todo lo que signifique unión entre personas y en contra del odio entre éstas. 

En conclusión, si se puede sacar alguna conclusión de este triste texto de auto-justificación, ojalá no existieran las barreras entre seres humanos; ojalá no encontráramos motivos para odiarnos por nuestro lugar de procedencia, que suficientes se usan ya; ojalá entendiéramos lo absurdo que es tratar de auto-realizarse a  través del trozo del mundo en el que nos ha tocado nacer, y todavía más luchar por él; y ojalá fuéramos capaces de defender nuestra cultura, sentirnos orgullosos de las partes de ésta que así lo merezcan y valorar las del resto. 

Así que, como no creo que merezca la pena dedicar ni dos líneas a recordar que lo que escribo es nada más y nada menos que mi opinión, acabo con una frase que me encantó, dice mucho y me parece muy adecuada ahora mismo: “Ni lucha entre pueblos, ni paz entre clases.”