domingo, 31 de mayo de 2015

No pudo obrarse el milagro

No busquen calidad de redacción en esta entrada, ni mucho menos busquen objetividad, y es que el autor de este artículo se trata de un hincha del Athletic resentido por la derrota. 

La ilusión que nació en los aficionados rojiblancos y no hacía nada más que crecer mientras se acercaba la hora de la gran final se dio de bruces con la realidad del fútbol actual, en el que enfrentarnos a un equipo que no duda en reforzarse pagando cifras astronómicas por un futbolista que despunta en otra liga y que dispone de muchos de los mejores jugadores de todos los rincones del mundo en su propio estadio se antoja imposible.

Y es que ayer no se enfrentaban dos equipos, el partido se disputaba entre dos maneras de entender el fútbol:  la romántica, representada por ese club que sigue al pie del cañón, con el incalculable mérito que conlleva; y la moderna, reflejada en ese grupo de súper-estrellas mundiales que se unen para dominar el deporte rey. Yo  estoy muy feliz de encontrarme en el primer grupo, ese que lleva 70.000 personas a una batalla que se daba por perdida por el resto del mundo, y que aunque de hecho así fuera sigue animando, dejando ver un increíble orgullo por su equipo, representante de su tierra. Algo que nunca entenderá esa afición rival que no nos consiguió eclipsar ni al celebrar su victoria.

Estas dos concepciones  a las que me refiero nacen de la forma moderna de entender el fútbol en este mundo de televisiones y twitter, en el que el deporte rey se está convirtiendo en otro espectáculo más, y en el que ser aficionado de un equipo significa ver sus partidos por televisión y si eso, lucir de vez en cuando su camiseta y comentar los partidos en las redes sociales. Aunque me encante este juego, yo no quiero este fútbol frío, este fútbol en el que no hay nada más allá de la belleza del partido, para ello les recomiendo otros tipos de exhibiciones que nunca decepcionan, cine o teatro por ejemplo. Yo prefiero vivirlo, prefiero sufrir por mi equipo, sentirme identificado con él porque me representa, vivir los partidos en el estadio, animar, vibrar... Por eso ayer, después de perder la final no nos callamos, seguimos celebrando igual o más que antes, porque sabemos que es un éxito seguir representando en los más alto, con nuestra filosofía y nuestra enorme afición, esta manera de entender el fútbol, este sentimiento. Aún así, no dejamos de ser ambiciosos, sin cambiar ni un ápice nuestra identidad, queremos seguir luchando por seguir en lo más alto y por, al fin, conquistar algún título. Sé que la mayoría no entenderán de lo que les hablo, pero eso es debido a que no saben que es animar con el corazón a un club tan grande como es el Athletic.

Dicho esto, en lo referente a la final de ayer, la aplastante victoria en las gradas del enorme Camp Nou y los intensos 15 primeros minutos del equipo ayudaron a mantener la esperanza. Pero en el minuto 20, Leo Messi, demostrando que probablemente sea el mejor jugador de fútbol que ha habido, pensó que era suficiente, sacó a relucir su magia, y puso cuesta arriba el partido para los vascos. A partir de entonces, exceptuando algún zarpazo muy concreto de los leones, como el gol  y el disparo al larguero de Williams, la final fue culé. Su superioridad fue obvia, y ante su genial juego de equipo, demostrado en los otros dos goles del Barça, primero de Neymar y después de Messi, y sus excelentes individualidades, nada hubo que hacer. El partido acabó 1-3 y la copa, merecidamente, fue para el Barcelona.

En cuanto a las polémicas del partido, os confirmo que la pitada al himno, o al rey, fue unánime y lo eclipsaron completamente. Desde mi punto de vista, ni mucho menos nacionalista ni independentista, era algo de esperar y no se puede pedir que se respete el himno y no se politice el partido cuando se obliga a la reproducción del susodicho y el nombre de la competición incluye el puesto del jefe de Estado. En ese aspecto cabe destacar la increíble cantidad de senyeras esteladas, banderas independentistas catalanas, que existían en el sector culé. En cambio, la afición rojiblanca se limitó en su mayoría a llevar distintivos del Athletic. 

En lo referente al intento de filigrana de Neymar con la final más que decidida mi opinión es clara: es una idiotez y una falta de respeto. Aunque ni mucho menos justifique los gritos violentos y una excesiva reiteración en los insultos al brasileño, momentos en los que acepto que me avergoncé de mi propia afición, fue una acción totalmente fuera de lugar hecha con la intención de reírse del contrincante al que ya había vencido, eso no es deporte. En contraposición a ese incidente, la final de ayer sirvió como despedida a dos estandarte de ambos clubes, Andoni Iraola y Xavier Hernández, a los que se rindió homenaje y también desde aquí doy mi más sincero aplauso. Una leyenda del Athletic y probablemente el jugador más importante de la historia del fútbol español, ambos ejemplos de saber estar dentro y fuera del campo, ídolos. 

En conclusión, perdimos la final y nuestras esperanzas se rompieron, pero sin ninguna duda prefiero ser subcampeón con este equipo a campeón con cualquier otro, ¡a buscar la siguiente oportunidad!

"Hegoak ebaki banizkio nerea izango zen, ez zuen aldegingo. Baina, honela ez zen gehiago txoria izango eta nik txoria nuen maite."

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