Os
pongo en contexto. Soy un estudiante universitario vasco que vive desde hace
menos de un mes en una residencia universitaria madrileña. No me considero
nacionalista, ni vasco, ni español. Me encanta mi tierra, su gente y
nuestra cultura, pero como partidario de la igualdad, no veo sentido a crear
todavía más diferenciaciones entre personas.
Sin embargo, ayer me pudieron los impulsos. Me
encontraba en la fiesta del Partido Comunista Español, que tenía lugar este fin
de semana en Madrid, cuando vi el puesto del PC vasco. Entre sus existencias se
encontraba la Ikurriña y casi sin pensarlo, la compré. Una vez que la tuve
comencé a plantearme si solo tenía en mi poder la bandera de mi tierra,
o también una bandera a mi hipocresía. Poco tardó un hombre, al que bautizo
como Pepito Grillo rojo, en expresar en voz alta lo que, en cierta medida, me
decía mi conciencia: ¿Conoces los orígenes tradicionalistas y xenófobos de esa
bandera? ¿Sabes que los nacionalismos son creaciones contrarias al socialismo?
¿No te consideras internacionalista?
Pensé,
pero como de costumbre, llegué a pocas conclusiones, ¿hacía mal llevando la
Ikurriña? Robe Iniesta dice con razón en una de sus canciones que no le gusta
la gente con banderas, pero escribiendo una oda a mi hipocresía, ayer yo estaba
entre esa gente.
Entonces,
querido lector, puede que te preguntes por qué
narices estuve llevando una bandera toda la noche. Sinceramente, me apetecía, a
400 kilómetros de mi casa me apetecía lucir mi tierra, demostrar de
donde era, eso es todo. Ahora, bien pensado, tampoco lo veo tan mal. En cuanto
a los orígenes tradicionalistas de la bandera de Sabino Arana, de los que me
distancio completamente, creo que han pasado suficientes años como para
entender que su significado ha variado en gran medida del que tuviera
inicialmente. Por otra parte, en relación el evidente componente
anti-internacionalista de la bandera, lo intento justificar alegando que la susodicha no reflejaba para mí otra
que cosa que el cariño a mi hogar, que no debe confundirse con mis ideas a
favor de todo lo que signifique unión entre personas y en contra del odio entre
éstas.
En
conclusión, si se puede sacar alguna conclusión de este triste texto de
auto-justificación, ojalá no existieran las barreras entre seres humanos; ojalá
no encontráramos motivos para odiarnos por nuestro lugar de procedencia, que
suficientes se usan ya; ojalá entendiéramos lo absurdo que es tratar de
auto-realizarse a través del trozo del
mundo en el que nos ha tocado nacer, y todavía más luchar por él; y ojalá
fuéramos capaces de defender nuestra cultura, sentirnos orgullosos de las
partes de ésta que así lo merezcan y valorar las del resto.
Así
que, como no creo que merezca la pena dedicar ni dos líneas a recordar que lo
que escribo es nada más y nada menos que mi opinión, acabo con una frase que me
encantó, dice mucho y me parece muy adecuada ahora mismo: “Ni lucha entre
pueblos, ni paz entre clases.”
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