domingo, 20 de septiembre de 2015

Banderas



Os pongo en contexto. Soy un estudiante universitario vasco que vive desde hace menos de un mes en una residencia universitaria madrileña. No me considero nacionalista, ni vasco, ni español. Me encanta mi tierra, su gente y nuestra cultura, pero como partidario de la igualdad, no veo sentido a crear todavía más diferenciaciones entre personas.

Sin   embargo, ayer me pudieron los impulsos. Me encontraba en la fiesta del Partido Comunista Español, que tenía lugar este fin de semana en Madrid, cuando vi el puesto del PC vasco. Entre sus existencias se encontraba la Ikurriña y casi sin pensarlo, la compré. Una vez que la tuve comencé a plantearme si solo tenía en mi poder la bandera de mi tierra, o también una bandera a mi hipocresía. Poco tardó un hombre, al que bautizo como Pepito Grillo rojo, en expresar en voz alta lo que, en cierta medida, me decía mi conciencia: ¿Conoces los orígenes tradicionalistas y xenófobos de esa bandera? ¿Sabes que los nacionalismos son creaciones contrarias al socialismo? ¿No te consideras internacionalista?

Pensé, pero como de costumbre, llegué a pocas conclusiones, ¿hacía mal llevando la Ikurriña? Robe Iniesta dice con razón en una de sus canciones que no le gusta la gente con banderas, pero escribiendo una oda a mi hipocresía, ayer yo estaba entre esa gente. 

Entonces, querido lector, puede que te preguntes por  qué narices estuve llevando una bandera toda la noche. Sinceramente, me apetecía, a 400 kilómetros de mi casa me apetecía lucir mi tierra, demostrar de donde era, eso es todo. Ahora, bien pensado, tampoco lo veo tan mal. En cuanto a los orígenes tradicionalistas de la bandera de Sabino Arana, de los que me distancio completamente, creo que han pasado suficientes años como para entender que su significado ha variado en gran medida del que tuviera inicialmente. Por otra parte, en relación el evidente componente anti-internacionalista de la bandera, lo intento justificar alegando  que la susodicha no reflejaba para mí otra que cosa que el cariño a mi hogar, que no debe confundirse con mis ideas a favor de todo lo que signifique unión entre personas y en contra del odio entre éstas. 

En conclusión, si se puede sacar alguna conclusión de este triste texto de auto-justificación, ojalá no existieran las barreras entre seres humanos; ojalá no encontráramos motivos para odiarnos por nuestro lugar de procedencia, que suficientes se usan ya; ojalá entendiéramos lo absurdo que es tratar de auto-realizarse a  través del trozo del mundo en el que nos ha tocado nacer, y todavía más luchar por él; y ojalá fuéramos capaces de defender nuestra cultura, sentirnos orgullosos de las partes de ésta que así lo merezcan y valorar las del resto. 

Así que, como no creo que merezca la pena dedicar ni dos líneas a recordar que lo que escribo es nada más y nada menos que mi opinión, acabo con una frase que me encantó, dice mucho y me parece muy adecuada ahora mismo: “Ni lucha entre pueblos, ni paz entre clases.”


No hay comentarios:

Publicar un comentario