Tardes
como la de ayer hacen grande al fútbol. Tardes como la de ayer, con un partido
un domingo a una hora decente, con una afición que se desplaza en masa a la
localidad visitante, llena de color y cánticos sus calles y es recibida con los
brazos abiertos por los hinchas locales, son las que hacen del deporte rey la
fiesta que siempre debiera.
Solo
había dado tiempo a bajar la comida, pero nada más salir del metro se vislumbraba
lo que iba a ser la tónica de la jornada, Pozas se había transportado cuatrocientos
kilómetros al sur. Una marea rojiblanca, acompañada de algunos aficionados del
Rayo, inundaba los aledaños del Estadio de Vallecas, y para regocijo de los
hosteleros de la zona, que ya esperarán la siguiente visita de los leones, no
dejaban al azar la hidratación de su garganta. En referencia a este aspecto,
aprovecho la ocasión para agradecer su generosidad a Egoitz, ese amable
desconocido que con la clase que caracteriza a un bilbaíno, insistió en
invitarme a un Kalimotxo.
Al
aproximarse la hora del partido, y mientras el sol bajaba, ofreciendo una
maravillosa vista del atardecer sobre las azoteas madrileñas, las calles se
llenaban cada vez más y la gran conducta y buena relación entre ambas aficiones
se hacía latente.
El atardecer visto desde las escaleras del Estadio de Vallecas.
De esa
manera, llegó la hora de llevar ese buen ambiente al campo. La mayoría de los
seguidores del club vizcaíno se encontraban en la zona destinada para la
hinchada rival, sin embargo, muchos otros aficionados del Athletic nos
encontrábamos repartidos por todo el estadio, como es el caso de un servidor. A
pesar de la huelga de animación de la famosa peña del Rayo “Bukaneros”, la
fiesta continuó en la grada.
A decir
verdad, espoleados en parte por el gran juego de su equipo, la afición de San
Mamés fue la mayor responsable del espectáculo que se vivió fuera del césped.
Por su parte, el público rayista, excepto en ocasiones puntuales, no encontró
la motivación adecuada sobre el terreno de juego. Eso sí, tuvieron tiempo para
exigir la dimisión de la junta directiva del club y felicitar con deportividad
a la afición rival, quienes también demostraron la fama que les caracteriza al
brindar su apoyo al Rayo Vallecano.
Es
triste que sea destacable, en estos tiempos de horarios inhóspitos, precios
salvajes y estadios muertos, que un partido de fútbol acabe haciendo de un
domingo una fiesta como la de hoy. Sin embargo, lamentablemente, no es tan
común el saber estar de estas dos grandes aficiones y la magia que han transmitido
dentro y fuera del Estadio de Vallecas, que encajonado en la densa morfología
urbana del periférico barrio madrileño, nos recuerda que aun jugando en la
élite, el Rayo Vallecano no deja de ser un orgulloso equipo de barrio.
Y entre
toda esta fiesta, también se jugó un partido de fútbol. El equipo de Valverde,
que venía de asegurar el primer puesto en su grupo de la Europa League, no dio
ninguna oportunidad al Rayo y se impuso por 0 goles a 3. Aduriz convirtió un
pase adelantado de Raúl García con la zaga contraria descolocada apenas 2
minutos después de que comenzara el encuentro. El equipo matritense no
reaccionó y permitió a un gran Athletic, a cuyo 11 habitual se incorporaron el
recuperado Iturraspe por San José y
Lekue por Susaeta, llevar la batuta del partido. En una de las faltas
que colgó Beñat al área del Rayo en la primera parte, Raúl García fue derribado
por un defensor, siendo señalado penalti. Aritz Aduriz no falló, logrando de
esa manera su cuarto gol en cuatro días.
Con la
llegada del descanso, Paco Jémez lanzó su equipo al ataque, pasando a defender
con tres jugadores en la zaga y dando entrada a los atacantes Manucho y Bebé. A
partir de ese momento, el Rayo consiguió generar alguna jugada de peligro más,
sobre todo, a partir de la rigurosa expulsión de Aymeric Laporte. No obstante,
su dominio fue mínimo, y la portería de Gorka no se vio en verdadero peligro
hasta después del tercer gol de Aduriz, que aun con la mencionada posterior
expulsión del central francés, sentenció el partido al rematar en boca de gol
una falta botada por Beñat, que antes tocó Laporte. El público vasco ovacionó a
los suyos por su gran actuación al final del encuentro, pero entre los cánticos
de la afición destacó el nombre del jugador que se llevó el balón a casa.
El
ariete donostiarra, para el que la edad no parece ser más que un número, está
firmando unos cifras verdaderamente galácticas, con 20 goles en lo que llevamos de temporada y siendo
la pieza clave del juego de los leones, en especial, gracias a su inigualable
poderío en el juego aéreo. Sus excelentes actuaciones están siendo la razón
principal de los éxitos cosechados por el Athletic en las últimas campañas, y
no cabe duda de que las esperanzas puestas en el equipo para esta temporada
pasan por sus botas y, sobre todo, por su cabeza.
En
resumen, después de esta gran jornada futbolística tanto en lo estrictamente
deportivo como en todo lo demás, solo me queda decir “Aupa Athletic y Aupa
Rayo!”.
La afición se reunía antes del partido en los aledaños del estadio
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