Parecía
que después de aquella selectividad que ya casi queda en el olvido, no íbamos a
tener que volver a enfrentarnos a esas terribles fuentes de estrés, nervios y
miedos a los que llamamos exámenes. Tan
solo lo parecía. De hecho, yo mismo empiezo este lunes mi época de globales.
Como
siempre, y cada vez más, ya que los temarios aumentan, me cuesta creerme que
esta manera de evaluar esté pensada para mejorar el aprendizaje del estudiante.
Entiendo a la perfección la razón de ser de los exámenes, y es que estoy
seguro, querido lector, de que no todos los alumnos disponen del amor
desinteresado por el estudio que atesoramos usted y yo. No obstante, ¿de veras
es ésta la mejor forma de evaluarnos?
Ya
comenté en su día la aberración que se me antojaba el examen de selectividad,
en el que se pretende examinar, y por lo tanto obligar a estudiar o repasar, de
alrededor de media docena (primera vez que uso esa expresión y no me refiero a
huevos o churros) de asignaturas no relacionadas entre ellas en un lapso de 3
días. Pero bueno, al fin y al cabo, solo pasa una vez en la vida. Pues no.
Al
llegar a la universidad, ese colegio para gente algo más mayor que tan lejano
se antojaba, te hablan del plan Bolonia, de la evaluación continua y demás
bellos conceptos, pero la historia se repite. Tras un cuatrimestre de
asignaturas más y menos interesantes durante el cual, aceptémoslo, los
estudiantes que no son como usted y yo, no dan un palo al agua, llegan los
exámenes finales. Toca demostrar en 2 horas, sobre un folio, todo lo que has
aprendido de una materia durante los últimos cuatro meses. Pero bueno, no
perdamos los nervios, seguro que durante el cuatrimestre los profesores han
podido ir evaluando tu aprendizaje progresivo. Sí, claro.
De los
6 exámenes que tengo, correspondientes a las 6 asignaturas que curso, ninguno
tiene un valor sobre el total de la nota de la asignatura menor al 70%. Además,
para facilitar el estudio para cada uno de ellos, están colocados uno detrás de
otro. En mi caso, tengo examen de historia el lunes, de derecho el martes y de
economía el miércoles. Lo dicho, que desde aquí agradezco a la universidad el detalle
de no obligarnos a hacer dos exámenes a la vez, que para algo tenemos dos
manos.
Pensarán
muchos, y con razón, que los exámenes hay que llevarlos al día. Por supuesto, y
claro que empezar a estudiar con tiempo ayuda, y mucho, a aprobar con
solvencia. Sin embargo, tampoco se puede negar que los días previos al examen,
aun si se lleva todo bien preparado, son vitales para el repaso de los
conceptos más concretos, y no ayuda nada la presión de jugarse un cuatrimestre
entero en una prueba, ni el tener que dedicar días previos a un final a
estudiar los apuntes de otra asignatura de la que te examinas al día siguiente.
Por no
entrar a valorar el simple de hecho de la justicia de juzgar los conocimientos
adquiridos durante 4 meses por un alumno en un solo examen, con su
consiguientes nervios, presión…
Seguiría
escribiendo, porque es un tema que me indigna, pero tengo que acabar de repasar
los nacionalismos, sin olvidarme de echar un ojo a los derechos a la
personalidad, y eso sí, teniendo cuidado de no resfriarme, que como me ponga
malo, a ver quien aprueba economía.
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